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Los fármacos actuales matan a los pacientes

El doctor Heinrich Kremer/ Especialista en Mitocondrias Celulares, pertenece a la organización Regimed, que reúne a un grupo de científicos que cuestionan las explicaciones oficiales en lo que se refiere al sida, especialmente, y también se muestran críticos con los tratamientos utilizados en el cáncer y otras enfermedades degenerativas.

En 1981 fue director médico de una clínica especializada en drogodependientes que formaba parte de una experiencia piloto del Gobierno alemán, lo que le permitió conocer de cerca el papel de las diferentes toxicomanías en el correcto funcionamiento del cuerpo humano. Estudioso de las mitocondrias celulares, defiende tratamientos no agresivos para luchar contra enfermedades como el sida o el cáncer.

El pasado fin de semana, estuvo en Barcelona para dar una
conferencia sobre los procesos vitales y el tratamiento alternativo que propugna para superar estas graves enfermedades.

El doctor alemán defiende los tratamientos no agresivos contra el sida y el cáncer.

¿Cómo fue su experiencia en la clínica piloto especializada en drogodependientes?.

Heinrich Kremer: En los años setenta se desarrolló en Europa una epidemia de hepatitis B, y en 1978, EE. UU. puso en marcha una vacuna contra esta enfermedad, que hay que decir que afectaba a tres grupos: homosexuales,
drogadictos por vía parental y hemofílicos. Tres años más tarde, el Gobierno Federal alemán puso en marcha una clínica piloto en cinco de sus regiones para estudiar la incidencia de la enfermedad en drogadictos, y me nombró director médico. Ya en 1982 se introdujo la vacuna de la hepatitis B en Alemania, y yo, viendo que no tenía efectos secundarios y que la OMS recomendaba su uso, la
apliqué a los infectados y, como preventivo, a los trabajadores sanitarios, y comprobé que era efectiva.

En 1984, se congelaron muestras de sangre de todas aquellas personas de la clínica infectadas con la hepatitis B, y el Gobierno Federal y el de las cinco autonomías acordaron aplicar los tests del sida, por primera vez en Alemania, a estas personas. Yo estuve de acuerdo en que lo hicieran, a condición de que los tests fueran anónimos.

¿Cuál fue el resultado de esos tests?.

De un grupo de 200 muestras, 18 dieron positivo, mientras que de los 78 colaboradores míos que se sometieron al test, dieron positivo 8 de ellos. En total, 26 «sentencias de muerte». Yo estudié los tests y vi que no tenían ningún
valor clínico, ya que detectaban el mismo tipo de anticuerpos que se producen cuando una persona está padeciendo una hepatitis B. El 95% de las personas que
dan positivo al test del VIH tienen hepatitis.

Posteriormente, trabajé con 20.000 drogadictos en las prisiones alemanas, y ni uno solo de ellos tuvo una
seroconversión, hasta que dejé el proyecto debido a mi desacuerdo con la política llevada a cabo por el Gobierno Federal en cuanto al tema drogas y sida.

El problema es que se nos explica la transmisión de la enfermedad únicamente tomando como base los tests.

Seropositividad y sida son dos cosas diferentes.

¿Qué es el sida?.

El sida es un modelo equivocado, subproducto de otro modelo equivocado que fue el cáncer. En 1971 se decía que el cáncer se podía contagiar y luego esto se desestimó. Después se habló de que el Sarcoma de Kaposi, una de las enfermedades que se asocia al sida, se extendería al resto de la población. Esta teoría, después de 16 años, se sabe que es totalmente falsa. El sida no existe como
definición. El fenómeno sida engloba a un montón de enfermedades que ya están perfectamente explicadas por sí mismas.

Yo, más que un síndrome de inmunodeficiencia, prefiero hablar de un síndrome de energiadeficiencia. El jueves, un rotativo catalán anunciaba que los nuevos fármacos podrían
eliminar el virus en la sangre en tres años de tratamiento.

¿Qué opina sobre esto?.

Uno de los estudios es el realizado por David Ho, elegido «hombre del año» por la revista «Time». Este señor es un tramposo, porque afirma que «una combinación
de tres fármacos contra el virus del sida durante un periodo de entre 27 y 38 meses consigue erradicar completamente el virus de la sangre». Pero esto lo dice
a raíz de un estudio basado en el seguimiento de ocho pacientes durante veinte semanas. Ho parte de un modelo matemático equivocado.

Este científico se hizo famoso cuando las contradicciones sobre el modelo sida eran tan obvias, que se
necesitó lanzar una nueva teoría. Esta es precisamente la de David Ho, que fue el primero que sustituyó la idea de que el VIH era un lentivirus, afirmando que es un virus que se multiplica a gran velocidad y que se encuentra en todas
partes. Esta afirmación no tiene base científica.

¿Usted es de los que piensan que los fármacos actuales administrados a los enfermos de sida son un veneno?.

Sin duda alguna. Los medicamentos, como el Bactrim, aplicados a los enfermos están compuestos de dos sustancias: una es citostática, e impide la división
celular (es la usada en quimioterapia). Las otras, las sulfanomidas, inhiben la producción de ácido fólico, que es la vitamina que el cuerpo necesita para formar el material genético. Estas dos sustancias, juntas, disminuyen la
ploriferación de células inmunitarias y matan todas las células, incluidas las mitocondrias, que son las bacterias encargadas del transporte de energía de una célula a otra.

Estoy en condiciones de afirmar que este tipo de medicamentos, a medio plazo, matan.

La vida según Kremer.

El doctor Kremer centró su conferencia en la descripción de las llamadas «terapias sistemáticas no agresivas», y mencionó la necesidad de utilizarlas en lugar de los fármacos actuales.

Bajo el título «Qué es la vida y sus consecuencias para tratamientos no-agresivos de sida, cáncer y enfermedades degenerativas», el doctor Heinrich Kremer, que estuvo acompañado del virólogo Dr. Stefan Lanka, dio una conferencia en Barcelona que tenía como objetivo «dar a conocer una serie de procesos vitales y evolutivos que ayuden a precisar el tipo más adecuado de tratamiento
para todo tipo de enfermedades», según sus propias palabras.

Kremer habló de sida, de cáncer, y de otras enfermedades, como el Parkinson, el Alzheimer, o las producidas por el estrés (depresión, psicosis, etc.), pero se centró, sobre todo, en la puesta en práctica y descripción de terapias
sistémicas no agresivas.

En opinión del médico alemán, el tratamiento recomendado para ayudar a superar estas graves enfermedades pasa por «ofrecer aquellos ladrillos que ayuden a la
reconstrucción de las células hepáticas, unas moléculas que favorezcan el transporte de energía entre las células». «Las moléculas que tenemos son de dos formas: reducidas y oxidadas. El cuerpo necesita una combinación de ambas, un equilibrio que permita su propia regulación», añade Kremer.

¿Dónde se encuentra esta combinación de moléculas?.

Kremer lo explica, a partir de un punto de vista evolutivo: «Así como los animales, al ser móviles, podían
evitar los rayos ultravioleta, las plantas, estáticas, no podían escapar a estas radiaciones.

A raíz de esta exposición contínua al Sol, las plantas
desarrollaron unas moléculas llamadas polifenoles, que tienen una capacidad de protección de los rayos ultravioleta y de absorción de radicales químicos.

Existen unos cinco mil tipos de polifenoles, de los cuales la Vitamina E es uno de los más conocidos». Kremer afirma que «el ser humano necesita recibir estos polifenoles de forma natural, mediante una alimentación adecuada que restablezca en el cuerpo la proporción de energía y la absorción de radicales libres necesarios».

La palabra mágica es «fitoterapia», que intenta ayudar al mantenimiento de las funciones celulares simbióticas. Las medidas terapéuticas de la fitoterapia están basadas en sustancias análogas, orgánicas e inorgánicas, para la formación de energía, que deben ser ofrecidas, y que ya en las primeras fases de la evolución posibilitaron el desarrollo de los organismos complejos.

«La aspirina, sin ir más lejos, que procede de una corteza de un árbol muy conocido, y cuya prevención de la arterioesclerosis es bien sabida, contiene polifenoles, al igual que el vino», asegura Kremer. En este sentido, y descartado cualquier tratamiento basado en medicamentos
elaborados por la química, el Dr. Kremer adelantó que está investigando una combinación de plantas que han elaborado médicos del Tíbet, «lugar donde el ser humano vive en condiciones muy especiales de exposición al Sol», que contiene ambos tipos de células, las reducidas y las oxidadas, y que él considera que se está revelando como un medicamento de gran eficacia.

En su conferencia, el Dr. Kremer explicó a los allí presentes una curiosa teoría, una hipótesis que elabora una explicación sobre la evolución biológica, a la que ha puesto el nombre de «Gaia», y que sirve para apoyar sus opiniones respecto al tratamiento de enfermedades. «Comprendiendo el funcionamiento de
fondo, podemos ayudar en casi todo», manifiesta Kremer.

Según la citada teoría, hay una interacción permanente y global entre toda la materia viva y la considerada inanimada (por ejemplo, la atmósfera), de forma
que se establece una simbiosis que se mantiene gracias al flujo permanente de energía. En este proceso tiene un papel crucial la alta concentración de oxígeno.

Los primeros entes vivos, un tipo de bacterias, obtenían la energía que necesitaban del hidrógeno. Cuando éste escaseó, las bacterias aprendieron a dividir la molécula de agua a través de la fotosíntesis, lo que supuso una
liberación de oxígeno, que constituyó la primera amenaza ecológica global. En este momento, hubo un doble proceso de endosimbiosis: unas bacterias contribuyeron a la preservación y complejización de la información genética,
dando lugar a la configuración del núcleo celular y otras aprendieron a obtener energía a partir del oxígeno. Esto es la base de todo desarrollo de vida superior.

Kremer opina que «se puede entender al ser humano como una gran y compleja colonia de bacterias funcionando endosimbióticamente. Esto permite entender tanto la salud como la enfermedad. La clave es preservar la simbiosis, tanto a nivel de la bisofera como a nivel del cuerpo humano, y la utilización de antibióticos, quimioterapia, o antivirales interfieren en la información genética del ser humano».

La teoría de la bala mágica.

La teoría de la «bala mágica», creada por Paul Ehrlich en 1906, sirve de ejemplo al Dr. Kremer para explicar lo absurdo de una creencia firmemente extendida en la medicina actual: que la evolución científica ha creado medicamentos capaces de llegar y actuar en un punto determinado del cuerpo humano. «Es imposible pensar en un lugar clave donde colocar esa bala mágica. La complejidad del cuerpo humano hace que nadie pueda prever donde va a actuar un medicamento y qué es lo que va a destruir».

Heinrich Kremer: otra explicación al SIDA

Heinrich Kremer: otra explicación al SIDA.
Alfonso Serra Gallego.
Dr. Heinrich Kremer.
Ex director médico de una clínica especializada en drogodependencias, Heinrich
Kremer es uno de los científicos disidentes de la versión oficial sobre el SIDA.
Como muchos de sus colegas, está convencido de que el VIH, «un virus cuya
sustancia genética y proteínas nadie ha sido capaz de aislar», no existe. En su
opinión, esta enfermedad -que él califica de «etiqueta»- es una creación de la
industria farmacéutica, que ha sabido rentabilizar un miedo social -según este
experto- absolutamente injustificado. En esta entrevista, el doctor Kremer
desvela cómo se «inventó» el SIDA y por qué seguimos utilizando contra él
tratamientos que, en su opinión, son tan agresivos como el propio SIDA.


El pasado mes de Octubre visitó nuestro país el doctor en Medicina Heinrich
Kremer, uno de los científicos disidentes de la versión oficial sobre el SIDA.
Kremer impartió un curso sobre Las causas, mecanismos y tratamientos no
agresivos de la inmunodeficiencia y de las enfermedades incluidas bajo la
etiqueta SIDA y ofreció una conferencia de prensa en la que expresó su
convencimiento de que el VIH -supuesto desencadenante del SIDA- no existe y, por
tanto, es inocente de todo aquello de lo que se le acusa.
Entre 1981 y 1988 Kremer fue director médico de una clínica especializada en
drogodependencias que atendía las zonas de Berlín, Schlewig-Holkstein y Baja
Sajonia. Fue en esa época, especialmente a partir de Junio de 1983, cuando tuvo
sus primeros contactos con el SIDA. Tal y como él mismo nos explicó, ese año se
le ordenó no utilizar la vacuna francesa contra la hepatitits B porque «se
encontraba infectada por el virus del SIDA». Curiosamente, el VIH era, hasta ese
momento, un total desconocido. A raíz de aquellos hechos, sus planteamientos han
chocado frontalmente con la versión oficial sobre esta enfermedad y hoy es
-junto al virólogo Stefan Lanka (ver Más allá de la ciencia número 89)- uno de
los científicos más comprometidos e interesados en encontrar la auténtica verdad
sobre el SIDA.
-¿Cuáles fueron sus inicios en la investigación del SIDA?
Todo empezó en Junio de 1983, antes de que nadie hablase del VIH, cuando el
Ministerio de Salud alemán me informó de que la vacuna francesa contra la
hepatitis B estaba infectada por el virus del SIDA y me exigió que, en su lugar,
utilizara la norteamericana. En Septiembre de 1984 otra orden ministerial me
emplazó a enviar a Berlín los sueros sanguíneos de los pacientes que habían
recibido esta vacuna en 1982. Los sueros iban numerados. Mandamos en total 52
muestras y 18 fueron diagnosticadas como contaminadas. Lo que los del Ministerio
no sabían es que 8 de esos sueros supuestamente infectados pertencían a mis
colaboradores y a mí mismo. Ante dicho resultado, me dirigí a Berlín para
comprobar personalmente el mecanismo del test utilizado. El 15 de Septiembre de
1984 el doctor Gallo lo había enviado a Berlín y una semana después esos sueros
fueron los primeros que se analizaron en la República Federal.
-¿Y qué conclusiones sacó de todo ello?
-Primero, y lógicamente, que el test no era en absoluto fiable. Y esto ha sido
continuamente así, a pesar de todas las modificaciones, reajustes, cambios de
criterio, etc., que se han realizado para evitar las enormes diferencias en los
resultados y esconder las contradicciones que aparecían entre un tipo de test y
otro, entre una marca u otra del mismo test e, incluso, con el mismo test de la
misma marca. En segundo lugar, observé que todos los pacientes que habían dado
positivo procedían de las mismas ciudades: Berlín, Francfort, Bremen, Hannover y
Hamburgo. Ahora, con más perspectiva, puedo señalar que de estas ciudades,
precisamente las zonas donde hay más consumo de heroína y cocaína así como mayor
número de enfermos de hepatitis, siguen proviniendo el 60 por ciento de todos
los casos de seropositividad alemanes. Además, observé que el 70 por ciento de
los afectados eran homosexuales y que había otro 20 por ciento de drogadictos.
«El SIDA es resultado de la quimioterapia farmacéutica».
-¿Qué papel tienen los medicamentos al uso en los orígenes del SIDA?
-Decisivo, hasta el punto de que puede afirmarse que el SIDA es resultado de la
quimioterapia farmacéutica. En particular, a principios de la década de los
setenta, en Estados Unidos -y luego en Europa- se introduce un medicamento
compuesto por dos sustancias, la sulfonamida y el trimetroprim, que se vende
comercialmente como Bactrim en unos países y como Septrim en otros. Este fármaco
tuvo éxito en un principio porque no se limitaba a detener las bacterias, sino
que las destruía. En Occidente, el grupo de población que más frecuentemente
tomaba ese medicamento eran los homosexuales debido a las frecuentes neumonías e
infecciones que padecían en las vías urinarias.
Pero el Bactrim-Septrim también ataca a las mitocondrias celulares, que son
antiguas bacterias que se fueron integrando simbióticamente en las células. Las
mitocondrias son los pulmones de las células y, además, al final de la cadena
respiratoria se forma el ATP, que es la molécula energética fundamental.
Aproximadamente el 90 por ciento de la energía que necesita nuestro cuerpo la
obtiene en forma de dicho ATP.
Las mitocondrias afectadas por el Septrim-Bactrim sufren mutaciones en su ADN,
que no tiene los mecanismos de autoreparación de que sí dispone el ADN del
núcleo. Estas mutaciones se transmiten directamente de la gestante al feto, pues
el ADN mitocondrial no proviene, como el nuclear, de ambos padres por vía
sexual, sino exclusivamente de la madre. De ahí estas nuevas enfermedades
infantiles llamadas precisamente enfermedades mitocondriales. Pero la
interferencia de dichos antibióticos en el funcionamiento de las mitocondrias
tiene otra grave consecuencia: al trastocar los mecanismos de oxigenación,
determinados microbios tienen ventajas comparativas para proliferar y entonces
aparecen estas enfermedades oportunistas que la medicina oficial llama SIDA.
Y esto es decisivo para entender por qué se inventó el SIDA en 1981 en los
Estados Unidos. En el marco del Movimiento de Liberación Gay de los años setenta
-y por prescripción de los médicos que los atendían-, una parte de los
homosexuales estuvo tomando el Bactrim como preventivo durante años. Entonces
empezaron a aparecer las graves conmsecuencias físicas (en cada célula hepática
hay aproximadamente 2.000 mitocondrias) y mentales (en cada célula nerviosa hay
una 1.000) de estar tomando, por primera vez en la historia de la medicina,
constantemente sulfonamidas. Como los médicos que las prescribieron y los
laboratorios que las fabricaban se temieron una avalancha de reclamaciones
millonarias, desde altas instancias (por ejemplo, el entonces vicepresidente
norteamericano George Bush está estrechamente ligado a las grandes empresas
farmacéuticas) se puso en marcha la operación SIDA, que no por casualidad estuvo
circunscrita inicialmente al colectivo gay. Los homosexuales que iban a morir a
causa, en particular de la destrucción de sus mitocondrias por los antibióticos,
tenían que ser presentados como víctimas de algo nuevo que, tampoco por
casualidad, desde el inicio fue anunciado como necesariamente mortal, aunque no
había prueba alguna de que lo fuese. Se acababa de inventar precipitadamente el
SIDA y, posteriormente, se inventó una supuesta causa: el inexistente VIH.
-Y en la actualidad este Bactrim-Septrim se combina con el AZT y otros
nucleósidos análogos...
-Desgraciadamente, así es. Y la combinación de ambos fármacos impide la
formación del ADN, tanto genético como mitocondrial, lo que desconocen muchos
médicos. Incluso las seropositivas embarazadas y algunos de los recién nacidos
que los doctores suponen enfermos de SIDA reciben fuertes dosis de este cóctel
farmacéutico. El Bactrim se utiliza en muchas ocasiones como profilaxis para las
pulmonías, que son siempre neumonías bacteriales, y lo que entre adultos se
presenta sólo dos veces al año, en los niños supuestamente afectados de SIDA
-que casi siempre son hijos de madres drogadictas- resulta mucho más frecuente.
Además, este tratamiento hace que las células de estos chiquillos se debiliten
aún más, porque los pequeños generan sus células inmunitarias en los primeros 15
meses de vida. Al nacer, los bebés son protegidos por las células inmunitarias
de la madre y, lamentablemente, vienen al mundo enfermos a causa de la
drogadicción de aquélla. Lo inaudito es que se les dé AZT en esta fase tan vital
de su existencia. Y luego hablan del SIDA pediátrico como de algo fulminante y
mucho más letal que en el adulto...
«Hemos estado usando concentrados de sangre contaminados».
-¿En qué medida se puede asociar el uso de drogas al SIDA?
-No hay duda de que el consumo de drogas produce inmunodeficiencia. Además, en
1985 los norteamericanos introducen la metadona como parte del tratamiento
contra la drogadicción, haciéndolo primero en el sur del país y luego en Nueva
York, para exportarla posteriormente a Europa. La metadona disminuye el estrés
del adicto durante el proceso de reducción de las dosis, sobre todo de heroína.
Pero, como se ingiere oralmente, no produce exaltación, por lo que el mercado
introduce la cocaína como estimulante, que multiplica la hormona del estrés del
corazón -el cortisol- hasta que, cuando llega al máximo, suben los anticuerpos
en sangre. Es entonces cuando el test del VIH da positivo, algo que resulta
palpable en los grupos de riesgo, tal y como han admitido Gallo y sus
colaboradores. Todos los drogadictos que toman cocaína corren el riesgo de que
ascienda su nivel de anticuerpos en la sangre y el test de VIH no mide otra cosa
que el nivel de los anticuerpos. Es importante observar que los países europeos
que tienen mayor cantidad de casos de SIDA son los cuatro que introdujeron
programas de metadona: España, Francia, Italia y Suiza. El alto nivel de
anticuerpos explica los resultados positivos de los hombres homosexuales que han
tenido frecuentes infecciones, de los drogadictos que también las han sufrido y
de los hemofílicos que hasta 1985 recibieron concentrados -procedentes de miles
de donantes- para la sangre. Estos hemoderivados provenían del sur de los
Estados Unidos, ya que la OMS prohibió en 1975 los concentrados sanguíneos
procedentes del Tercer Mundo.
-¿Nos podría aclarar este asunto más detalladamente, pues es importante para los
hemofílicos?
-Por iniciativa del doctor Hässig, actualmente otro de los disidentes del SIDA,
la OMS tomó la decisión de cortar el suministro de sangre a Europa desde el
Tercer Mundo. Pero -como en el caso del SIDA- fue peor el remedio que la
enfermedad, ya que las multinacionales farmacéuticas europeas se empezaron a
aprovisionar en los Estados Unidos. Allí obtenían la sangre de pools recogidos
creca de la frontera entre numerosísimos inmigrantes ilegales que la vendían por
un dólar, a pesar de tener hepatitis u otras dolencias. Y los europeos
utilizamos esos concentrados que, hasta en un 99 por ciento, contenían proteínas
contaminadas. No es de extrañar que los hemofílicos enfermaran tan gravemente.
Se comprende así la introducción del virus fantasma que se oculta tras esta
turbia historia. Y la industria farmacéutica, que habría tenido que hacer
exhaustivos controles clínicos, lo que hizo en realidad fue un buen negocio
gracias al citado virus fantasma, el VIH.
«El tinglado económico que mueve el SIDA es insospechado».
-Entonces, ¿es el SIDA un problema más político que sanitario?
-En realidad, el SIDA es la punta de un iceberg que nos compromete a todos. Los
enfermos creen que pueden superar todos los límites biológicos posibles, ya que
están convencidos de que los médicos tienen los recursos necesarios para
curarles. Sería irresponsable por mi parte no alertar a la sociedad del peligro
que estamos corriendo si mantenemos esta actitud. Hay censura científica porque
el tinglado económico que mueve el SIDA es insospechado. Por ejemplo, en la
clínica de la Universidad de Francfort hay 24 personas que trabajan en la
sección dedicada al SIDA. Pues bien, 23 de ellas reciben su salario de la
industria farmacéutica y sólo una de la Universidad. Es fácil suponer entonces
la terapia que van a administrar a las personas afectadas de inmunodeficiencia.
-Sí, claro; los tratamientos propuestos oficialmente, que no son precisamente
los menos agresivos...
-En efecto. Y, en este sentido, debe quedar claro que es importante utilizar
medicamentos que no sean agresivos, sobre todo -insisto- para las mitocondrias,
que utilizan el 80 por ciento de nuestro oxígeno. Si la cadena de oxigenación de
las mitocondrias, sin la cual nadie podría respirar, se daña, entonces no
resulta sorprendente que al paciente le falte el aire. Y es un hecho que los
afectados del llamado SIDA padecen asiduamente enfermedades pulmonares. La
investigación de las mitocondrias es muy importante y, desgraciadamente, hasta
ahora ha sido ignorada por la mayoría de la clase médica. En vez de eso, se ha
diseñado un supuesto virus cuya sustancia genética y cuyas proteínas nadie ha
sido capaz de aislar. Sin embargo, todo el mundo habla de un virus mortal
relacionado con el sexo, ya que así constituye un arma muy potente de dominación
política.
-¿Dominación política? ¿En qué sentido?
-Parece claro que en Occidente y en otras zonas ha servido para imponer un
terror psicológico de masas. No creo que sea exagerado decir que la oleada
contestataria de los años sesenta se deshizo en los ochenta en gran parte
gracias al SIDA. Además, hay casos ilustrativos. En Rusia, por ejemplo, no había
casos de SIDA hasta hace dos años porque no habían adquirirdo los medicamentos
propuestos por la medicina oficial. En China el SIDA ni existe, ya que este país
no pertenece a la OMS y, por tanto, no ha entrado en los mecanismos de supuesta
detección de supuestos infectados y de tratamientos venenosos, generadores ambos
de SIDA. Asimismo, es ilustrativo señalar que se empezó a hablar de epidemia de
SIDA en Asia justo cuando se celebró la X Conferencia Internacional de SIDA en
Japón. En la India hay cifras dramáticas desde hace poco; allí, una doctora
afirma haber descubierto nada menos que ¡12 virus de SIDA diferentes! Y es
precisamente ese hecho lo que justifica tales cifras, que en realidad están
basadas en las suposiciones de esta investigadora. Resulta curioso también que
el 60 por ciento de los casos de SIDA en Alemania se presenten en las seis
ciudades donde se ubican los mayores departamentos sobre SIDA, que fueron las
únicas que no disolvieron los anteriores departamentos de infecciosos y que sus
jefes se hayan reciclado como «especialistas» en SIDA, aunque estos lugares sólo
representen a la octava parte de la población.
Tratamientos no agresivos.
-¿Podría informarnos sobre los tratamientos no agresivos para personas que
presentan signos de inmunodeficiencia?
-Hay muchos, sobre todo aquellos productos que ayudan a recuperar el
funcionamiento correcto de las mitocondrias. Por ejemplo, la coenzima Q-10, una
ubiquinona natural, la carnitina -una proteína de transporte- o el Padma-28 -un
producto de la fitoterapia tibetana muy adecuado para eliminar radicales
libres-. También son positivos para esas personas aquellos reguladores naturales
de las proteasas, como el condritimsulfato, que se encuentra contenido en el
cartílago, y el agar, en algas marinas; ambos carecen de los gravísimos efectos
secundarios que tienen los actualmente tan promocionados «inhibidores de las
proteasas». Y, en general, son recomendables todos los tratamientos que
contribuyen a que el cuerpo funcione más armónicamente. En el caso de la
melatonina, que al ayudar a dormir mejor y a hacerlo de acuerdo con el ritmo de
la luz solar, hace que se restablezca el circuito
pineal-hipotálamo-suprarrenales-cortisol, con lo que se regula el nivel de
anticuerpos en sangre. Es importante recalcar que todos los productos aquí
citados son eficaces y no dañan el organismo humano, como hacen los medicamentos
adscritos al tratamiento oficial.
-¿Qué mensaje de esperanza le gustaría dar a los afectados por este problema?
-Fui uno de los primeros médicos que me enfrenté al SIDA, porque también fui uno
de los primeros en encontrarme que me ponían la etiqueta de SIDA encima. Y,
aunque soy consciente del estado de inmunidad de mis pacientes realmente
enfermos, debo decir que hay que superar la histeria y el miedo reinantes. No
existe una epidemia mortal, como indican las estadísticas oficiales si se
interpretan correctamente y no con la intención de crear pánico; luego no hay
motivo para ponerse nerviosos. Las personas que se encuentran con esta etiqueta
tienen que reflexionar y entender que no llevan una bomba de tiempo en su
interior, porque ¡el VIH no existe! En caso de tener problemas de salud, tienen
que calcular la utilidad de determinados tratamientos no agresivos; y ello al
margen de la histeria del SIDA. No hacen falta supuestos virus nuevos para
entender lo que la medicina oficial ha denominado SIDA. Ya es hora de que la
medicina se ocupe de los puntos vitales del ser humano y se aleje de intereses
farmacéutico-industriales que ven en el enfermo un modo fácil de incrementar
dividendos.

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